El Shih-tzû es un perro deportivo al que le gusta moverse. Se desplaza con facilidad sin sufrir problemas respiratorios, a condición de que el clima no sea demasiado cálido. Se trata de una raza que profesa mucha devoción a su amo y grupo familiar, pero no es servil. Está dotado de una fuerte personalidad y una gran dignidad. Por lo general el Shih-tzû se considera a si mismo un compañero, y exige ser tratado como tal. En otras palabras, las relaciones de esta raza con su amo no están basadas en la sumisión, si no en una consideración del hombre como un compañero superior; por parte del animal. Es un perro alegre y juguetón de temperamento jovial y amable. En raras ocasiones se muestra belicoso y, por lo general se lleva bien con otros perros y personas distintas a sus amos, aceptando con mucha curiosidad sus visitas. Es un perro muy vivaz, vigilante, sensible al menor cambio y le gusta controlar todo lo que pasa a su alrededor, por eso tiende a colocarse en los rincones prominentes de la casa. Aunque vivaz y curioso es un perro que ladra poco, lo que lo hace ideal para la vida en pisos. Las principales características de su personalidad son su escasa agresividad, su buen carácter, una curiosidad y vigilancia bien desarrolladas, su excelente docilidad y su escasa combatividad. Esta raza, a pesar de no ser agresiva, posee una agresividad innata, al igual que todas las razas de perros, provocada por instintos naturales, pero en la mayoría de los perros de compañía, como en este caso, la agresividad se sublima mediante el juego. Cuando el Shih-tzû ha sido educado correctamente, presenta todas las características que hacen del perro un animal muy sociable: fuera de casa marca su territorio, respeta a los cachorros y a los niños y utiliza una mímica muy compleja para seducir a la hembra o amenazar al adulto. Si se le regaña, tratará de enternecer a su amo echándose sobre la espalda y ofreciendo el cuello.

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